miércoles, 26 de enero de 2022

Contra "la ciencia" y a favor del método científico

 Cada vez que un periodista  dice o escribe "la ciencia dice"  o "los científicos dicen", muere un koala antes de tiempo.  ¿No me creen?.  Se lo dice un científico, y si me aprietan, buscaré a 10 o 12 colegas que me sigan la broma, y se la colaremos a un periodista que repita que  "la ciencia dice".  Y morirá otro koala, claro.   La "ciencia" no dice nada, porque "la ciencia" no existe.  Sería más adecuado decir "unos científicos afirman" y si hubiera tiempo para entrar en detalles,  lo que sería realmente ilustrativo es que se explicaran los experimentos, cálculos, observaciones y estudios que se han llevado a cabo para llegar a esa conclusión.   Es ahí donde radica el poder de la actividad a la que se dedican los científicos: a interrogar a la naturaleza, a espiarla, a hacer simulaciones, a establecer correlaciones y, en ocasiones, relaciones de causa y efecto.  O sea, que lo poderoso es el método científico.  Los científicos somos gente corriente.

Durante la pandemia "la ciencia" ha terminado por  remplazar a "la iglesia", en su faceta de organización  invocada por políticos y periodistas para establecer estados de opinión.  Hemos tenido una comisión de expertos, cuya identidad se mantuvo inicialmente oculta y que  se desveló en las Navidades de 2020 (he tenido que ir a consultar a google), que ha sido mencionada hasta la saciedad como autora intelectual de medidas que han limitado nuestras libertades para velar por nuestra seguridad.  Igual que durante siglos se invocaron textos sagrados, y aún hoy cientos de millones de personas viven gobernados por los preceptos del islam, por ejemplo,  ahora se invoca a los científicos y a los expertos.  Los científicos acertamos más que los obispos o los imanes, pero el mecanismo de control político es el mismo. 

Ya hay gente preguntando en medios serios  si las democracias son compatibles con la lucha contra el cambio climático.  La idea es esencialmente la misma que ha condicionado la política de salud pública. Se consideró necesario limitar las libertades,  por lo visto de forma ilegal según  el Tribunal Constitucional, y esa decisión tan grave se tomó porque lo decían "los expertos".  Observe el lector que no estoy cuestionando que en el caso del COVID19 fuera necesario hacer lo que se hizo. Lo que quiero plantear es que, como sociedad, deberíamos ser conscientes del peligro que supone aceptar acríticamente que nuestras libertades se puedan suspender cada vez que el gobierno y los medios crean un estado de opinión, basado en hechos, reales o no, que haga que la sociedad sienta que es mejor sacrificar libertad a cambio de seguridad. 

La dicotomía seguridad frente a libertad es más vieja que el jaleo. Meterle miedo a la gente para manipular, también.  Lo nuevo aquí es que se esté metiendo en el juego a mi gremio, y eso es lo que quiero denunciar.   La mayoría de los científicos somos expertos en ámbitos de conocimiento  muy reducidos.  Usted no debería dejar  que un dentista le opere el corazón, o que un cardiólogo le hiciera un implante dental.    Las opiniones del  mejor experto del mundo en epidemias sobre el impacto de un confinamiento en la economía  serán tan poco informadas  como las del mejor experto del mundo en economía sobre cómo detener una pandemia.  Fuera de nuestro ámbito de conocimiento,  los científicos somos tan ignorantes como cualquiera.  Esta asimetría puede incluso suponer una desventaja  para tomar decisiones políticas: un científico podría dar demasiada importancia a los asuntos de los que es experto, y demasiada poca a los demás.  Es importante que alguien tenga una visión panorámica, y ese alguien tome decisiones y, lo más importante,  asuma responsabilidades, sin usar el comodín de "los expertos" y "la ciencia".   Gobernar no puede consistir en tomar decisiones tras  consultar con un comité de sabios infalibles sin conflictos de interés, porque, desgraciadamente,  no existen los sabios infalibles sin conflictos de interés.




domingo, 19 de diciembre de 2021

Manuel Castells dimite, que pase el siguiente.

Ha dimitido Manuel Castells como  ministro de Universidades, que para mí es uno de los trabajos más difíciles de este país.  No habrá tardado media décima de segundo el lector en concebir  trabajos menos apetecibles,  como cavar zanjas, recoger basura,  arar la tierra,  y otros clásicos del sudor y el dolor de espalda. Pero en todos esos puestos de trabajo el empleado dispone de pala para cavar, camión para recoger, tractor para arar, y por tanto es más fácil que logre su objetivo. Al ministro de Universidades le dan un maletín de cuero y una palmada en el hombro y  le mandan a lidiar con  70 Universidades cuya  autonomía está amparada en la constitución,  cuya financiación depende de las  Comunidades  Autónomas  (CCAA) y de convocatorias de varios ministerios diferentes, como el de Ciencia y Tecnología. Por tanto, el ministro de Universidades no dispone de las dos herramientas básicas para influir:  dinero y competencias.  

En principio, el Ministro de Universidades tiene una  tercera herramienta: el  comodín de promover una nueva  ley de universidades. Si las universidades fueran un teléfono móvil,  la ley de universidades sería como el sistema operativo.   La ley orgánica que regula el funcionamiento de la Universidad se ha reformado varias veces en las últimas décadas,  pero  las Universidades y CCAA  tienen bien aprendida la frase  de Conde de Romanones:" haga usted las leyes, y déjeme a mí los reglamentos". Siguiendo con la analogía del móvil,  Universidades y CCAA usan reglamentos para  hackear el sistema operativo de las leyes orgánicas.   

La dificultad del trabajo del Ministro de Universidades es aun mayor por la falta de definición del objetivo del puesto. ¿Qué zanja hay que cavar, qué campo hay que arar, qué basura hay que recoger?.   Si le preguntamos a los rectores, el único problema que es  falta de presupuesto. Si le preguntamos a los estudiantes, el principal problema es la matrícula y la falta de inserción laboral, problema éste del que la Universidad no se hace responsable.  Castells, que por su trayectoria profesional ha estudiado y trabajado en universidades prestigiosas en Francia y Estados Unidos tenía  una respuesta muy diferente, y fue dejando pinceladas aquí y allá.  

La Universidad tiene varios problemas graves.  Por ejemplo,   un modelo de plantilla dual, con casi la mitad de profesores  asociados con sueldos ridículos (menos de 1000€) y el resto funcionarios intocables y envejecidos, con una edad media de 54 años y con un enorme problema de endogamia (más del 90% se doctoró en el mismo departamento en el que es profesor).   Con estas mimbres, ninguna universidad española está   en el top 100 de las mejores del mundo, y menos de media docena están entre las 500 mejores.   Las inserción laboral de los graduados es mediocre, aunque siga siendo mejor estudiar que no estudiar,  y seguimos sin tener un premio Nobel   por investigación llevada a cabo en España, desde que lo recibiera Ramón y Cajal. Si todos los implicados estuvieran de acuerdo en que  éstos  son los problemas,  la tarea del Ministro estaría al menos bien definida.

 Le toca ahora al Catedrático Subirats recoger el testigo de  Castells.  Unen así su nombre a los  de  Duque, Méndez de Vigo, Wert, Gabilondo, Cabrera, San Segundo, del Castillo, Rajoy, Aguirre, Saavedra, Suárez Pertierra, Rubalcaba,  Solana  y Maravall.  Paro el reloj en el 1988,  curso en el que entré yo en la Universidad. Son 16 ministros de Universidades/ Educación  en 32 años. Salvo el envejecimiento de la plantilla, todos los problemas del párrafo anterior ya estaban ahí, y no me parece que los vaya a poder arreglar ningún ministro.  Que tenga usted buena suerte, señor Subirats.   


domingo, 14 de noviembre de 2021

Cadenas de spin para no expertos.

 Hace unos días la revista Nature nos ha publicado un trabajo  titulado "Observation of fractional edge excitations in nanographene spin chains" (Observación de excitaciones fraccionarias en cadenas de spin de nanografenos).   Os voy a intentar contar qué diablos quiere decir esto y por qué es interesante para una revista como Nature.   Para ello voy a necesitar varias entradas del blog, lo que me permitirá darle vida después de más de un año de abandono.  

Antes de empezar, os pongo en situación.  El trabajo es una colaboración entre químicos, que hacen unas moléculas maravillosas (nanografenos con forma triangular) que os muestro más abajo, físicos experimentales que observan estas moléculas con microscopios de efecto túnel que permiten  estudiarlas átomo a átomo y físicos teóricos como yo, que modelamos los experimentos usando las caprichosas reglas de la mecánica cuántica.  La moraleja de esta historia, que es un poco larga, es que el comportamiento de los sistemas cuánticos  no está determinado por la identidad de sus componentes,  sino por las relaciones entre ellos. 

Representación artística del sistema experimental (cortesía de Iris Fernández).  Cadena de nanografenos con forma triangular, depositada en una superficie de oro. Cada uno de ellos tiene "spin 1".   La punta del microscopio efecto túnel está situada encima de uno de ellos. 

Esta historia empieza con la mecánica cuántica, que es como el manual de reglas de ajedrez.  Hay un tablero, un puñado de piezas, unas reglas que se escriben en una página e infinitas partidas diferentes.   Imagina que  un colega experimental me dice "mira, tengo esta molécula" o "este cristal". Si yo tuviera un ordenador infinitamente potente podría aplicar  las reglas de la mecánica cuántica para determinar con precisión las aventuras de los electrones en ese material, y por tanto sus propiedades. ¿Es amarillo? ¿Es magnético? ¿Conduce la electricidad?  En la práctica,  no tengo un ordenador infinitamente potente y tengo que hacer aproximaciones en mis modelos,  comprometiendo así su fiabilidad.  Por eso, un congreso en mi campo está lleno de gente usando siglas en inglés que acaban con la palabra "A", de aproximación, y discutiendo sobre cuán equivocados están nuestros cálculos, mientras los colegas experimentales nos miran con estupor.  

Empujados por esta frustración,   hace ya casi un siglo,  algunos genios como Heisenberg o Bethe le dieron la vuelta al asunto y en lugar de resolver de forma aproximada los modelos de materiales reales, propusieron modelos que sí pueden resolver de forma exacta, pero que no se corresponden a ningún material... conocido.   O sea, hicieron como el estudiante que en lugar de responder mal la pregunta del examen, responde bien a una diferente.  La diferencia es que algunos de esos modelos de los físicos teóricos hacen predicciones fascinantes, y algunos de ellos nos dicen que si tuviéramos un material que se comportase como el modelo, podríamos tener ordenadores cuánticos que  podrían resolver el puzzle de los materiales reales. Esos modelos son "respuestas" en busca de "preguntas" o materiales.  Lo que hemos hecho en el trabajo que ha publicado Nature es  crear un material que le da vida a uno de estos modelos, el modelo que resolvió Duncan Haldane en 1983, y que le valió el premio Nobel de Física  en 2016.

¿Qué modelo resolvió  Haldane?.  Para responder, tenemos que remontarnos a los años 30, cuando  Werner Heisenberg propuso un modelo para materiales magnéticos en el que ignora por completo las cargas eléctricas.  En su modelo hay una red,  y en cada nodo de la red hay una brújula ... cuántica.  Los físicos usamos la palabra inglesa "spin" para referirnos a las brújulas cuánticas . Una brújula clásica puede apuntar en cualquier dirección en el plano.  Una brújula cuántica solo puede apuntar en un conjunto discreto de direcciones,  está "cuantizada". La brújula cuántica  más sencilla únicamente puede  apuntar únicamente en dos direcciones (por ejemplo, norte y sur).  Los físicos teóricos decimos que  esa brújula tiene  "spin 1/2" (léase "spin un medio",  o S=1/2).   Por ejemplo, los electrones tienen spin 1/2.  La segunda brújula cuántica más sencilla puede  apuntar únicamente en tres direcciones y decimos que tiene "spin 1",  o S=1.  Por ejemplo, las moléculas de oxígeno que estás respirando tienen spin 1, y los nanografenos protagonistas de nuestro artículo, también.  Pues bien, el modelo que resolvió  Haldane consiste en una colección de brújulas cuánticas con spin 1 que buscan apuntar en la dirección opuesta a la de sus vecinos.    Esto es lo que en nuestra jerga se conoce como "cadena de spin 1 antiferromagnética".

Volvamos a los años 30.   Las reglas de la mecánica cuántica han sido formuladas y los físicos teóricos andan de cabeza intentando aplicarlas para entender la materia.  Consiguen éxitos notables en sistemas sencillos como un átomo de hidrógeno y una molécula de hidrógeno, pero  se les resiste casi todo lo demás. Ahí llegan las aproximaciones, pero también llega Hans Bethe que es capaz de resolver exactamente el modelo de Heisenberg... en una dimensión y para brújulas cuánticas de spin 1/2 que quieren alinearse al revés que sus vecinas.  Es casi igual que el modelo de Haldane, pero para el caso de spin 1/2 y  50 años antes.  La solución de Bethe condicionó la forma entender materiales antiferromagnéticos durante décadas. En su solución todas las brújulas apuntan a la vez en direcciones opuestas, pero concertadas con sus vecinas, de forma que, en promedio cada brújula no apunta en ninguna dirección, es decir, no se comporta como un brújula. En jerga, decimos que las fluctuaciones cuánticas eliminan el magnetismo de la partícula. 

El resultado de Bethe fue uno de esos avances que llegan "antes de tiempo".   En aquel entonces no se conocían todavía los materiales con orden antiferromagnético, es decir materiales en los que la "brújula" de cada átomo se alinea en dirección opuesta a la  de sus vecinos. Cuando el físico francés Louis Neel propuso el concepto de orden antiferromagnético,  se recibió con escepticismo debido a que entraba en contradicción con la solución de Bethe.    La situación cambió cuando el desarrollo de una técnica experimental nueva, la dispersión de neutrones, hizo posible la observación experimental directa del orden antiferromagnético,  en 1949.    A mediados de los años 60 se estableció de forma rigurosa que las fluctuaciones cuánticas son mucho más eficaces "eliminando" el magnetismo en sistemas en una y dos dimensiones.    Por tanto,   cabe hablar de sistemas "de baja dimensionalidad" en los que el magnetismo se comporta de forma "cuántica". En la siguiente entrada os mostraré lo fascinante y raro que puede llegar a ser el magnetismo  cuántico,  hablando por fin qué hizo  Haldane. 


lunes, 17 de agosto de 2020

Científicos contra cuñados: ¿van ganando los cuñados?

La historia reciente de la humanidad está condicionada por una guerra sin cuartel entre dos visiones   irreconcilables. Por un lado, está el método científico, que ha hecho posible   la energía eléctrica, las máquinas,  trenes, coches, aviones,  la electrónica, los ordenadores,  internet, la anestesia, las vacunas, los antibióticos,  los anticonceptivos,  los análisis genéticos, la cirugía laser, los audífonos, el marcapasos, los viajes espaciales, el GPS, los teléfonos móviles y todas las maravillas que hacen tan diferente nuestra época de la de nuestros antepasados.   En el bando opuesto se sitúa una coalición heterogénea de charlatanes, iluminados,  timadores y autoproclamados portavoces  de Dios en la tierra.   El bando anti-ciencia tiene también una larga lista de aportaciones a la humanidad, como el horóscopo, la acupuntura,  la homeopatía,  las piedras curativas, la quiromancia, los viajes astrales,  la abstinencia como  anticonceptivo, las rogativas y el terraplanismo.   

Durante casi toda la historia la ciencia prácticamente no existía, y lo que ahora podemos llamar  bando anti-ciencia era el claro ganador de la guerra.  Afortunadamente,  en los últimos siglos esta situación se ha invertido. En occidente, el cristianismo no intenta imponer la visión del universo plasmada en la biblia, y salvo en algunos temas espinosos y alguna excepción estruendosa, suele limitar su ámbito de actuación a lo espiritual y a aspectos éticos.  Así, el papa no suele opinar sobre la edad del universo, el big bang o las mínimas diferencias genéticas entre un humano y un chimpancé. El claro retroceso de la religión dominante ha dejado un espacio vacío que ha sido remplazado  no solo por el racionalismo y la ilustración sino también por una amalgama de creencias que, a diferencia del catolicismo,  están en alza y sí que salen a  combatir a campo abierto contra el bando científico: terraplanistas, anti-vacunas, homeópatas  y un amplio espectro de conspiranoicos anti-tecnología.  Como escuché alguna vez, hemos dejado de creer en Dios para creer en cualquier estupidez. 

Es aquí donde entran en escena los cuñados (léase cuñaos), también  conocidos como   listillos o  enterados (léase enteraos).   Gracias a la invención y adopción masiva de las redes sociales, los cuñaos se han convertido en un poderoso aliado  de la coalición anti-ciencia.  Un cuñao  es la antítesis perfecta de un científico.  El científico es un experto especializado en un campo de investigación específico. Así, un experto  en matemáticas financieras no  tiene  ni idea sobre  el funcionamiento de una central nuclear, o sobre cirugía torácica o la química de los fertilizantes, y una larga lista de campos de conocimiento que tienen una influencia enorme en nuestra calidad de vida.   

El científico debería ser, por definición,  dubitativo. El método científico permite establecer si una  afirmación es falsa, pero, por contra, no permite establecer que algo es cierto para siempre: cualquier teoría compatible con todos los hechos puede requerir un ajuste, o incluso una reforma radical, si un experimento nuevo no puede ser explicado con dicha teoría.   

Por contra, el cuñao es un todo-terreno que sabe de cualquier tema, opina de cualquier cosa, y tiene muy pocas dudas.  Los científicos usamos un lenguaje complicado, en nuestro afán de ser precisos. Los cuñaos hablan claro.  Los científicos necesitamos meses, o incluso años, de trabajo sofisticado, con experimentos, análisis y revisiones, para llegar a alguna conclusión.  Los cuñaos  sacan conclusiones en 10 minutos, después de ven en diagonal un par de vídeos en youtube.  

Los científicos se deben a la verdad, que a menudo es incómoda, compleja y desafía nuestros creencias.  El cuñao  tiene las cosas claras, y no lo va liando todo. El científico debe reajustar sus convicciones a medida que acumula nueva información. El cuñao  elige fragmentos de la realidad para reafirmar  sus convicciones. 

En mi círculo personal he conocido   cuñaos que no usan Mistol porque es cancerígeno,   que usan homeopatía porque   "les funciona",  cuñaos contra los transgénicos, cuñaos terraplanistas, cuñaos que le preguntan a todo el mundo su signo zodiacal, cuñaos convencidos de que podían eliminar una verruga mediante la oración a cambio de la donación de un garbanzo,  cuñaos que sostienen que el cáncer se cura con zumo de naranja, cuñaos preocupados por el efecto cancerígeno de las ondas electromagnéticas del móvil, de las líneas de alta tensión y de las antenas de telefonía móvil, cuñaos anti-transgénicos  y, no podían faltar,  cuñaos anti-vacunas.  

Por supuesto,  casi todos somos un poco cuñaos a tiempo parcial, y nos la pueden meter doblada en algún aspecto puntual. El problema es grave cuando el cuñadismo va acompañado de una visión conspiranoica del mundo y da lugar a una militancia activa, en forma de boicot a las vacunas,  a las mascarillas,  y lo que es peor, de consumo de productos milagro para combatir el cáncer,  la COVID19 o la obesidad, recetados por charlatanes y timadores.  A corto plazo, los cuñaos conspiranoicos son  un problema de salud pública. A medio plazo, si siguen ganando terreno, pueden llegar a influir en el contenido de los programas educativos, como ya ocurre en algunos estados en USA. 

Para un científico, la pandemia del COVID se debe, probablemente,  al salto de un virus presente en murciélagos o pangolines a humanos.  Se trata de un accidente, que no ha planeado nadie, igual que el big-bang dio lugar al universo, o la evolución dio lugar a Miguel Bosé: por una larguísima serie de  eventos fortuitos.     En cambio,  los cuñaos conspiranoicos   tienen   totalmente claro   que la pandemia del COVID la han planeado  los chinos para hundir la economía occidental o Bill Gates, Soros y los masones para imponer un plan de vacunación que no es más que una trampa para implantarnos chips de control mental usando la tecnología 5G, o incluso Bill Gates y los chinos para lograr ambos objetivos a la vez.

Es éste el punto donde radica la gran diferencia entre científicos y conspiranoicos. Para los primeros, la combinación de  azar y complejidad  son los ingenieros involuntarios  del universo. Para los segundos, todo es obra de un ser creador con un plan.  El gran maestro puede ser dios, si se trata del universo, o Bill Gates y George Soros  si se trata de una pandemia.  

Pero, volviendo al título de esta entrada: ¿Quién va ganando la guerra?.    Voy a ser un poco cuñao, y hablaré a bulto: tengo la impresión de que los malos están recuperando terreno, algo  que hace una década tenían complemente imposible.  Los cuñaos conspiranoicos cuentan con varios factores a su favor. Primero,  su relato es a menudo más sencillo.  Segundo: su relato se adapta a las creencias y sentimientos de la audiencia y le  proporciona un enemigo  (China, Bill Gates, las grandes corporaciones).  Tercero: su relato viaja a toda velocidad por las redes sociales, y se adapta perfectamente  a ese formato.  Cuarto:  la mayoría de la gente no entiende  la tecnología, con lo que  barrera entre lo posible y lo imposible está completamente difuminada para ellos, lo que abona el terreno para todo tipo de majaderías, como que el 5G va a controlar la mente de la gente a través de chips implantados en el proceso de vacunación contra el COVID19. 

La visión conspiranoica del mundo se ve reforzada por el hecho de que, en ocasiones,  gobiernos, científicos  y grandes corporaciones   mienten, conspiran y  se equivocan.   Varios gobiernos mintieron al respecto de la calidad de la información que tenían sobre las armas de destrucción masiva en Iraq en 2003. Nuestro gobierno nos mintió con respecto a la utilidad de las mascarillas en 2020, que eran potencialmente peligrosas en Marzo y son obligatorias desde Julio.  Volkswagen mintió en el fraude de las emisiones.  Los científicos mienten a veces y se equivocan  muy frecuentemente.  Los científicos han "conspirado" para producir armas de destrucción masiva, como las bombas atómicas.  En ciertos ámbitos, como la industria alimenticia o la farmacéutica, los intereses económicos condicionan el trabajo de los científicos. 

La manifestación de ayer en Madrid  refuerza mis temores sobre la emergencia del  cuñadismo conspiranoico.   Las teorías de la conspiración  son como vertidos tóxicos en el ecosistema de las ideas.  A diferencia de los vertidos en el mundo físico, no se pueden  prohibir  sin limitar la libertad de expresión.  Por tanto, se hace necesario limpiar dichos vertidos.  Lo que no tengo claro es cómo. ¿Callamos amablemente cuando alguien suelta una magufada o nos convertimos en el repelente niño Vicente que va dando lecciones a los cuñaos? ¿Deben implicarse en esta lucha contra las teorías conspiranóicas las socidades científicas?  ¿Cómo hacemos frente a las acusaciones de estar en el ajo de las conspiraciones?  En cualquier caso, la moraleja de esta entrada es que haríamos bien en estudiar este fenómeno y en no tomárnoslo a cachondeo.



sábado, 8 de agosto de 2020

¿Qué aprendemos de los terraplanistas?

El terraplanismo es una creencia  sobre la forma de nuestro planeta que contradice la evidencia científica e implica la existencia de una gran conspiración que incluye a la NASA, al mundo académico,  a los medios de comunicación,  a los productores de cine, a Google, a  la tecnología GPS,  a las compañías de teléfonos móviles, a  editores y autores de libros de texto y a cualquier otro medio que adopte el punto de vista aceptado de que  la tierra es, en realidad, casi esférica.   

La reacción de la inmensa mayoría de la gente educada ante su primer encuentro con un terraplanista es de estupor e incredulidad.    Tras más de un año intercambiando mensajes  con un terraplanista que forma parte de mi  entorno personal,  esta entrada es un intento de ir más allá y de  extraer algunas enseñanzas  del estrepitoso fracaso que supone que, en pleno siglo XXI, gente viajada, educada e inteligente pueda ser engañada de forma tan lamentable. 

La primera lección extraída de las surrealistas discusiones con mi terraplanista   es que la forma en la que nos enseñan que la tierra es una esfera no es diferente de la que se usaría para enseñar que la tierra es plana: como un dogma de fe.   La tierra es esférica porque sí, o por las fotos desde el espacio.   En el momento en el que un interlocutor terraplanista usa el comodín de la conspiración para refutar fotos y libros de texto y  nos despoja de argumentos obtenidos por terceras personas, el arsenal disponible para refutar el terraplanismo se reduce. En el colegio no te enseñan a constatar por ti mismo la naturaleza esférica de la tierra, se limitan a inculcarte que esto es así.  Por ello, haríamos bien en revisar la forma en la que abordamos estos temas, haciendo más énfasis en el método científico y menos en asegurarnos que los alumnos adoptan un punto de vista por el mero hecho de ser el aceptado por la comunidad.  Como decía Sagan,  "la ciencia es algo más que un cuerpo de conocimiento, es una forma de pensar"

El ejercicio cartesiano de rebatir a un terraplanista sin invocar ni argumentos de autoridad ni información obtenida por otros me ha obligado a aprender un montón de cosas. Por ejemplo, ¿cómo es posible que se pueda ver  Mallorca desde algunos puntos elevados de la Costa Brava, algo geométricamente imposible si la luz se propaga en línea recta y aceptamos el modelo esférico convencional?. Resulta que, debido a la variación del índice de refracción asociada al cambio de la  humedad del aíre con la altura,  la atmósfera curva los rayos de luz, haciendo así visibles accidentes geográficos que estarían ocultos por la curvatura de la tierra. El fenómeno ocurre fundamentalmente encima de grandes superficies de agua.  También he aprendido que  desde un avión no se puede apreciar la curvatura de la tierra, y que  las fotos a menudo curvan rectas y aplanan curvas.  He aprendido tres formas de comprobar que la tierra es esférica, que quizá me anime a publicar en otra entrada.

Sin embargo, todo esto es anecdótico comparado con la terrible lección que nos enseñan los terraplanistas:  existe una parte de la población que puede creer intensamente cualquier cosa,  contra  toda evidencia y contra lo que ellos llaman "el sistema".  La capacidad de un terraplanista de eludir argumentos que desafían su visión para reafirmarse en convicciones propias es colosal. 

Aunque tomado a la ligera  esto del terraplanismo da para muchas risas, hay un aspecto muy inquietante que dejo para el final. El terraplanismo  es la manifestación más llamativa del  movimiento anti-ciencia y conspiranoico,  que cuenta con la complicidad y el empuje de fanáticos religiosos y  de destacados políticos populistas, y que supone un negocio para timadores sin escrúpulos que convierten en dinero,  a través de youtube y otras redes sociales,  las  visitas y descargas de sus seguidores y la venta de productos milagro. El terraplanismo no es únicamente una creencia sobre la forma de la tierra. Es, sobre todo, una creencia sobre la organización de la sociedad, según la cual  una élite  con un poder ilimitado y  un plan perverso para crear un gobierno mundial,  diezmar a la población y controlar a las masas. Es éste el marco mental  en el que hay que situar al movimiento anti-ciencia en general, y al movimiento anti-vacunas en particular, mucho más numeroso que el terraplanista.  No es necesario explicar el problema que el movimiento anti-vacunas puede suponer, ahora que la esperanza  de volver a la vieja normalidad pasa por un programa de vacunación masiva contra la COVID19,  suponiendo que se encuentre una vacuna eficaz. 




lunes, 11 de mayo de 2020

Carta abierta a los estudiantes españoles

Querido estudiante español,

espero que esta carta te encuentre bien de salud,  y tomando todas las medidas necesarias para evitar la propagación de la pandemia.   Te escribo para darte muy malas noticias y, encima,  consejos que no me has pedido, con lo que no espero un recibimiento caluroso.

Te  diré a bocajarro dos pésimas noticias, que eran verdad antes de lo del COVID:
1) Tienes que pagar una deuda de unos 50.000 euros  para hacer frente a gastos que el Estado ya ha realizado
2) Si se mantienen la situación demográfica y  la productividad actual, el  esquema actual de pensiones es inviable, y cuando tú te jubiles vas a cobrar muy poco.

Spoiler: esto tiene solución, pero antes sigue leyendo, que te tengo que explicar las malas noticias.

Vamos con la deuda de 50 mil euros.  En 2019, antes del COVID, la deuda contraída por el Estado Español era de más de 1.188.862 millones de euros.  O sea, más de un millón de millones de euros. ¿Y a ti qué?.   Bueno, una parte de esta deuda la vas a pagar tú.  Esa deuda solo se puede pagar a través de los ingresos que genera el Estado, que en su gigantesca mayoría, provienen de impuestos. 

¿Y cuánto te toca a ti? Si divides ese billón y pico  entre 45 millones de españoles, te tocan unos 24000 euros.   Pero claro, hemos dividido mal. Si miras a tu alrededor verás que la mitad de la población no trabaja,  son gente mayor, niños,  discapacitados y desempleados.   La población activa en España es de menos de 20 millones de personas. Por tanto, cuando estés trabajando,  tus ingresos tendrán que pagar tu cuota de esa deuda y la cuota de la otra mitad.  Por tanto, vas a tener que pagar una cantidad del orden de 50.000 euros solo para hacer frente a deuda pública del pasado

Ahora te explico lo de las pensiones. Todos los trabajadores de España  dedican una parte de su sueldo a pagar la cuota de la Seguridad Social.  Es una parte importante, en torno al 30% del coste salarial total.  Parte de ese dinero entra en la "caja" de la cual se pagan las pensiones.    Bien,  debido a la gran cantidad de pensionistas y lo modesto de los sueldos de los trabajadores,  desde hace ya 4 o 5 años en esa caja  sale más dinero del que entra, con lo que ya está casi vacía,  y de hecho el Estado está transfiriendo dinero a esa caja del presupuesto general que se financia con impuestos.  Dramatizando:  el esquema de las pensiones en España es  como un timo piramidal y tú has llegado de los últimos.

Si has llegado hasta aquí, es probable que estés muy enfadado y contemplando con agrado ciertas "soluciones mágicas" que se escuchan con frecuencia, desde babor y estribor.  Lo siento, pero la siguientes medidas NO van a arreglar el problema. Algunas podrían paliarlo, pero  otras serían directamente contraproducentes:
  • No se puede "no pagar la deuda". La deuda hay que pagarla, porque si no lo hacemos, no nos prestan más dinero y colapsamos: el Estado no podría pagar las nóminas de millones de pensionistas, médicos, profesores, militares, policías.  
  • No, la deuda y las pensiones  no se pueden pagar "aumentándole los impuestos a los ricos".  No tenemos muchos ricos   y ya pagan bastante impuestos. Muchos son ricos porque han creado grupos empresariales que dan empleo a centenares de miles de personas.  Si les freímos a impuestos igual se van a otro país.  No queremos ser un  "paraíso fiscal" pero tampoco un  "infierno fiscal".
  • No, la deuda y las pensiones no se podrían pagar reduciendo el presupuesto de Defensa. El estado dedica ya menos  del 2% del presupuesto esa partida.  Si usáramos la totalidad de esa partida para pagar la deuda,  tardaríamos  más de 100  años. El presupuesto de Defensa no cubre ni   una quinceava parte del gasto anual en pensiones
  • No, la deuda y las pensiones  no se van a pagar quitando la monarquía. El presupuesto de la Casa Real es de unos 8 millones de euros,  una gota en el océano de cuatrocientos setenta y dos mil millones de los presupuestos generales del Estado.   O sea, el 0.001%. Las elecciones suelen costar unos 200 millones, con lo que una república no te iba a ahorrar nada, nos iba a costar más. 
  • No, la deuda y las pensiones no se van a pagar reduciendo la ayuda exterior, gastamos en eso menos que en Defensa
  • No, la deuda y las pensiones no se van a pagar reduciendo el número de políticos.  Es verdad que hay  miles de diputados (nacionales, autonómicos)  ministros, consejeros,  directores generales, asesores.  Se puede ser más austero, pero el sueldo de esa gente es  una vaso de agua en la piscina del gasto en pensiones y nóminas de médicos, profesores, policías (mi forma de decir funcionarios sin que imagines a un tipo antipático y ocioso al otro lado de una ventanilla). 
  • No, la deuda  y las pensiones  no se van a pagar "quitando la comunidades autónomas".  La parte del león de su presupuesto se usa para Educación y Sanidad.   Podrían gastar menos en "chiringuitos" y  canales autonómicos que no ve nadie, y esto aliviaría un poco el problema, pero no lo resolvería.   
 Entonces, ¿qué diablos podemos hacer?.    La respuesta es "hay que mejorar la productividad".   O sea, tenemos que lograr generar más riqueza trabajando el mismo número de horas. Esto nos llevará a sueldos más altos,  que hagan sostenible el sistema de pensiones y aumenten la recaudación fiscal sin subir los impuestos.  Y  esto,  ¿cómo se consigue? .    Hay profesiones en las que es muy difícil. Por ejemplo, un camarero no puede poner muchos más cafés, o más cervezas, de las que ya pone.   En cambio,  hay profesiones en las que la tecnología puede aumentar la productividad de forma radical.

Te pongo un ejemplo.  La comunidad valenciana envía cada día unos 5000 servicios de  ambulancia  a atender pacientes a domicilio.  Esto supone miles de horas de trabajo de los empleados, más el gasto en combustible. La asignación de rutas y recorridos de, digamos, 500 ambulancias para hacer esos 5000 servicios es un problema muy complejo.    El número de formas de asignar 500 ambulancias a 5000 servicios debe ser comparable al número de estrellas en el universo. No tenemos un método de encontrar la solución óptima, con lo que hay mucho margen para mejorar. Este tipo de problemas de optimización,  afectan  a Amazon, Ryanair, Seur.   Hablamos de miles de millones de euros en recursos. Si  usamos técnicas de inteligencia artificial y de computación cuántica podríamos lograr  optimizar mejor esos problemas de logística y... ser más productivos.

El desarrollo de la informática personal ha permitido mecanizar y automatizar tareas repetitivas y monótonas. La robótica hará lo mismo.  Otro ámbito que puede mejorar la productividad es el desafío energético.  Tenemos que encontrar formas más ecológicas y sostenibles de obtener energía. Esto va a requerir mucha investigación: muchas matemáticas, química, física e informática.  Y para eso habrá que trabajar y colaborar con millones de informáticos, científicos e ingenieros en todo el mundo, lo que únicamente podrás hacer hablando inglés.

Si has llegado hasta aquí te darás cuenta lo poquísimo que importa que te saques la carrera copiando, o con aprobado general.  Si tu plan de vida es que te regalen el título para ir a trabajar sin preocuparte de cómo vas  a aumentar mucho tu productividad,  no vas a ayudar a achicar agua del barco que te transporta y que corre riesgo de hundirse.   Además,   por lo general, los trabajos poco productivos están mal retribuidos. Ponte a aprender a programar ordenadores, a aprender inglés, y  ponte a pensar en cómo mejorar la forma en la que se trabaja. Ponte a pensar en cómo resolver los problemas del mundo a través de la ciencia, la tecnología, la creatividad y el ingenio.

Finalmente, si te estás preguntando que por qué no estamos todo el día hablando de esto,   citaré la frase de un influyente asesor político: "Las 3 emociones con las que se juega en campaña son: el miedo, el rechazo y la esperanza".  Por eso, te están llenando los oídos de miedo y rechazo, con la idea de que la culpa de  tus problemas la tienen otros:  los ricos, los extranjeros, los de otras regiones, otros países, otras religiones o  los de que no visten como tú.  Si tuviéramos a Churchill, quizá te prometería esperanza, a cambio de sangre, sudor y lágrimas.   Igual Churchill te diría  que "tienes que estudiar más, tienes que aprender a ser productivo para  pagar la deuda y hacer sostenible el sistema de pensiones".

Termino: no sientas lástima por ti mismo, tus abuelos lo tuvieron mucho peor que tú.  La generación de ancianos que está siendo masacrada por el COVID, nació en los años de la guerra civil,  fueron niños durante una guerra mundial, jóvenes en la España pobre y sin libertad de los 50 y los 60,  se dejaron la piel para convertir a España en un país moderno y pujante,  en el que dejamos de hablar de botijos y empezamos a hablar del AVE,  los juegos olímpicos.  Esa gente ha sufrido,  ya en la época próspera, la crisis del petróleo en los 70, la del 93 y la megacrisis del 2008.   Llegaron ya mayores  a los video juegos,  internet,   Netflix, los móviles.  Ahora, para remate, les toca vivir el final de sus días con la congoja del  COVID, que a ti no te va a afectar.

sábado, 28 de marzo de 2020

Políticos, periodistas, científicos y "la ciencia".

La crisis del  COVID19  ha puesto en el centro del escenario a este trío heterogéneo que formamos científicos, periodistas y políticos, y esas palabras en boca de todos, "la ciencia".   Hace ya algún tiempo me vino a la cabeza que periodistas  y científicos no podemos ser más diferentes.  En general, un científico está obsesionado con la verdad, es experto en un tema muy específico, y tras trabajar meses, o incluso años en un tema, escribe un artículo con un lenguaje obscuro que únicamente leen expertos y que sacrifica la estética en aras de la precisión.  Un periodista está obsesionado con atraer lectores,  trata una gama amplísima de temas lo que le impide profundizar, y tiene que escribir un artículos con mucha frecuencia, sacrificando precisión en favor de la narrativa.

¿Cómo encajan los políticos en este esquema?   Cuando yo era joven,  había muchas personas que habían abandonado temporalmente su profesión para meterse en política. Gentes con oficio y beneficio que durante unos años arrimaban el hombro, aportaban su conocimiento, y se beneficiaban de las indudables ventajas de la profesión.  Ahora muchos  de nuestros políticos no saben hacer otra cosa que ser político, y esto se reduce al arte de no perder su trabajo, ya que de pederlo no tendrían donde caerse muertos, o volverían a puestos de funcionario mucho peor retribuidos.

Los políticos deberían  poder conservar su trabajo si lo hacen bien.  Hace unos años eso era relativamente sencillo. En un país con pocas carreteras, pocos hospitales, pocas universidades y pocos aeropuertos, cualquiera de esas inversiones era una apuesta segura para desarrollar el país.  En algún momento,  hace 15 o 20 años,   dejó de ser una verdad automática que  en España cualquier inversión fuera una mejora. Así  proliferaron  rotondas, auditorios de música imposibles de llenar,  líneas de alta velocidad sin trenes,   parques científicos fantasma e incluso aparecieron aeropuertos de uso peatonal.

El ingenio humano no tiene límite y los políticos descubrieron que también podrían conservar su trabajo simplemente si convencen a la gente de que lo hacen bien, aunque lo hagan bastante mal.  En ese esquema,  es esencial que los  periodistas, que son los que le cuentan a la gente cómo van las cosas, cooperen en la estafa.   Esto no lo hacen por que sean  espontáneamente  mala gente, sino por   supervivencia: son  los políticos los que condicionan y determinan las fuentes de ingresos de los medios,  a través de publicidad institucional,  las regulaciones legales y la concesión de licencias.

La manipulación llega lejos, pero tiene un límite. Ya vimos que cuando las cosas van tan mal que tienes 6 millones de parados, le bajas el sueldo a 4 millones de funcionarios y le congelas la paga  a 8 millones de pensionistas,  no hay relato que valga y te vas a la calle.   Supongo que nuestros políticos estarán preocupados por cómo se va a tomar la sociedad española que seamos uno de los dos o tres países del mundo con más muertos por la COVID19.   El espectáculo de ver todos los medios alineados con la agenda de los políticos de uno y otro bando es realmente incompatible con la idea de que esos medios están preocupados por investigar e informar.  En palabras del tuitero  @JosudeMiguel1, tenemos un sistema comunicativo que "no informa, sino que relata. Que no investiga, sino que asevera. Que no fiscaliza, sino que participa del poder".

Es en este contexto donde los científicos, elevados a una posición que en su momento ocupó la Iglesia, nos hemos convertido en los nuevos  chamanes de la tribu.  Se me ponen los pelos como escarpias cada vez que escucho la frase "lo dice la ciencia".      Queridos lectores: "la ciencia" no existe.  Existimos los científicos y el método científico. Este último es la gran aportación a la historia de la humanidad: el uso de experimentos, observaciones  y deducciones matemáticas  para intentar distinguir  entre lo verdadero y lo falso.

A pesar de todo el brillo del método científico  y  el progreso que nos ha traído,  cuando salimos a un plató de televisión,   o en redes sociales,   nos podemos fiar de los científicos en la misma medida en la que te puedes fiar de políticos y  periodistas.   Aunque muchos somos funcionarios y no tememos por nuestro puesto de trabajo,   nuestra capacidad de desarrollar nuestra pasión por investigar depende en exclusiva de que tengamos  financiación  para ello. Y ésta  es, por regla general,  de origen público, y por tanto está en manos de los políticos.  O sea, que los científicos  tenemos incentivos perversos,  igual que políticos y periodistas.

Por tanto, cuando en los próximos meses salgan  científicos a apuntalar la versión que encaje en la agenda de los políticos, desconfiad de ellos tanto como desconfiáis de políticos y periodistas.  Preguntad  si  esos científicos están   informando, y no relatando,  si están  investigando, y no aseverando,  y si están  fiscalizando al poder, o si por el contrario, forman  parte de él.