jueves, 27 de abril de 2017

Carta abierta a Daniel Lacalle: sí, hay que gastar más en I+D

Estimado Señor Lacalle,

le tengo a usted por una persona cabal y, dada su presencia habitual en los medios, con cierta influencia.  He leído con interés su artículo en  El Español "Investigación si, gasto político no"  que sintetiza elocuentemente una forma de ver el complejo asunto del gasto en I+D+I que me parece particularmente perniciosa, resumida  en esta frase de su artículo:  "El gasto en I+D+I, sea público o privado, es muy poco útil si no se traduce en patentes y, con ellas, empresas."    En esta carta abierta expongo mis argumentos para rebatir  esta afirmación, y otras que usted hace,  y que están en línea con la política científica de los gobiernos del Sr Rajoy.

Antes de entrar en materia,  me parece desafortunado  que mencione usted únicamente como defensor del aumento de  gasto en I+D+I  a cierto partido político.     Este recurso  de su artículo  me recuerda a aquellos que para desprestigiar el liberalismo económico recuerdan como esta doctrina guió la política económica del  gobierno de Pinochet.  La solicitud de aumento en el gasto en I+D no es patrimonio de un partido político con 3 años de historia. En Marzo de 2000, hace ya 17 años,  los estados miembro de la Unión Europea fijaron como objetivo para 2010,  alcanzar un gasto en I+D+I del 3%, en la llamada estrategia de Lisboa.     En el  cifra es más del doble del máximo histórico alcanzado por España que usted menciona  en su artículo

Pero vayamos al asunto central.  ¿De verdad que  el gasto en I+D+I "es muy poco útil si no se traduce en patentes y,  con ellas, empresas?".     Para comenzar a rebatir esta afirmación,  busquemos contra-ejemplos.  Como todavía resuena en mi cabeza la impactante lectura de su libro Thinking Fast, Thinking Slow,  le pregunto a google por las patentes de Daniel Kahneman:  una única patente,  enviada 2014.   ¿Fue muy poco útil el trabajo de Kahneman que le llevó a recibir el premio   Nobel de Economía en 2002?.    Sin salir del ámbito de la economía, su campo de especialidad,  le pregunto a google por las patentes de Milton Friedman y encuentro  el siguiente fragmento de su libro  "Capitalism and Freedom":
" there are many “inventions” that are not patentable. The “inventor” of the supermarket, for example, conferred great benefits on his fellowmen for which he could not charge them. "

No lo digo yo, lo dice  Milton Friedman:  "many inventions are not patentable".  Por cierto, no he conseguido encontrar patentes de Milton Friedman, y   supongo que estará usted de acuerdo en que la utilidad de su legado no  está depositada en un registro de patentes.  Desde mi experiencia como investigador,  creo que la misma afirmación es válida para la inmensa mayoría del conocimiento que se ha generado a través de la actividad investigadora que nos ha llevado de la oscuridad, la enfermedad y la superstición, al mundo moderno.

Hay varias  formas en las que las sociedades avanzadas se benefician de la inversión en I+D,  más allá de las patentes.  Todas tienen que ver con el hecho de que la sociedad en general, y el mundo del I+D en particular, son redes complejas, como un ecosistema o  un  cerebro.   Cada año se publican en el mundo unos 6 millones de artículos científicos. La inmensa mayoría no vale para nada. Pero unos pocos lo cambian todo:  la invención del transistor, la energía nuclear, la estructura del ADN.  De hecho,   muchos de los grandes descubrimientos se producen por accidente, como el descubrimiento de América, la  radioactividad, la  penicilina,  el horno micro-ondas, la viagra, o el Ritalín.

Igual que la mano invisible de Adam Smith hace que el libre mercado se encargue de hacer funcionar la sociedad de forma manifiestamente superior a las economías planificadas,   parece que hay otra mano invisible que hace que el conocimiento prospere en un ámbito en el que no se planifican  los objetivos de la investigación. La pretensión de que hay que orientar la investigación a la " aplicación empresarial real basada en analizar necesidades de los consumidores" solo puede estar basada en el desconocimiento de cómo ocurren la mayoría de los descubrimientos científicos y  está formulada de forma inquietante: ¿es la cura del Alzheimer es una "necesidad de los consumidores"?.

 Le parecerá a usted que  sobran los millones de artículos científicos inútiles,  pero  otros sistemas complejos funcionan igual:   un único espermatozoide fecunda   el óvulo,  y los otros 250 millones están allí para acompañar.  Algo parecido se puede decir de la cantera del Real Madrid, que produce   un Raúl o un Casillas cada 20 años y mientras tanto tiene que  formar a centenares de jugadores anónimos todos los años.     Esto casa con su observación de que una única patente del CSIC es responsable de la mitad de sus ingresos en este concepto.    Como dice Nassim Taleb, bienvenido a Extremistan.  Los investigadores nos dedicamos a generar cisnes negros,  impredecibles, y que lo cambian todo.

La actividad investigadora produce otros resultados, más allá de patentes, y de  revoluciones tecnológicas.    Pregunte  a sus colegas de la city en Londres por las  herramientas de los quants, como el Ito calculus,  o las  ecuaciones que gobiernan la estimación del precio de las opciones, fueron inventadas por científicos trabajando en universidades, haciendo "estudios redundantes"  y "subvencionados".   Le dirán además que en la city trabajan  un buen puñado de doctores en Física cuya formación matemática ha sido obtenida llevando a cabo investigación no patentable  en ese antro de perversión que es la universidad pública subvencionada.     Esto no es más que un caso particular de algo más general e importante:  el mundo del conocimiento avanza tan deprisa que es imprescindible tener a un porcentaje de la población dedicado  a la investigación para poder entender la  complejidad creciente que nos rodea, y para  compartir esa visión con los estudiantes de universidad,  que le recuerdo que van a tener que pagar nuestras pensiones.

Además de revoluciones tecnológicas y personal cualificado, la inversión en I+D proporciona otro retorno tangible que se suele olvidar, el de la publicidad.  La existencia de un sistema de I+D se vincula a un nivel de desarrollo económico que solo los países más avanzados se pueden permitir.  Así mismo,  los logros en I+D permiten proyectar una imagen del país asociada a la inteligencia, algo muy necesario cuando eres famoso por el sol y los toros.  Por último,  una sociedad que  invierte en investigación está apostando por su futuro. En una época  en el que la viabilidad del estado español es cuestionada por dentro,  desde los movimientos secesionistas, y hace 3 o 4 años por fuera, cuando nos querían intervenir,  la inversión en I+D manda un mensaje sólido a unos y otros.

 Continua usted su artículo hablando de que la mayoría del gasto en I+D+I de  Corea del Sur y Finlandia proviene del sector privado.  Esto es así, pero habría que ver por qué.  Como sabe usted bien,  será difícil encontrar un hogar en occidente que no tenga productos tecnológicos de  empresas coreanas como Samsung, LG y Daewoo, y en menor medida de la finlandesa Nokia. En cambio,  las grandes empresas españolas potentes tienen un valor añadido tecnológico relativamente bajo.  No es lo mismo fabricar camisetas  que teléfonos móviles, por no hablar del escaso potencial del sector turístico para invertir en I+D+I.  Pero  además, hay que decir que  el desarrollo de Samsung y otros grupos industriales fuertes de aquel país,  tuvo lugar décadas atrás al amparo fuertemente proteccionista el gobierno coreano.  Por último,  tras décadas de fuerte investigación en ciencia aplicada, el gobierno coreano ha puesto en marcha  una red de centros de investigación científica básica no aplicada (Institute of Basic Science).

Termino haciéndole notar que le falla a usted la aritmética al afirmar que "España destinaba un 1,37% del PIB en I+D, mientras Brasil gastaba el 0,7%. Pues bien, Brasil registraba el doble de patentes que España con casi la mitad de gasto."  Teniendo en cuenta que el PIB de Brasil es casi  el doble que el de España,  el gasto total en I+D de Brasil es casi igual que el de España, y no la mitad.    Peor me parece la omisión en su artículo del hecho de que el raquítico aumento nominal de los presupuestos de investigación de los últimos presupuestos está asociado a líneas de crédito que quedan sin ejecutar. Al mismo tiempo, en un contexto de crecimiento del PIB de más del 2%, y tras varios años de recortes, el presupuesto de 2017 contempla una reducción del presupuesto de los principales  organismos de investigación de España,  como son CSIC y el instituto de Salud Carlos III.    Con estos recortes el estado se pega un tiro en el pie: pagamos las nóminas de los investigadores, pero ahorramos en herramientas de trabajo: sin proyectos de investigación, o subvenciones como usted les llama,  los investigadores no pueden trabajar.

De su artículo se colige que a usted todo esto de la investigación no orientada a patentes le parece algo muy caro e innecesario.  Ya sabe lo que dijo Machado del valor y el precio. Yo termino esta larga carta con el lema de mi blog: si la investigación le parece cara, pruebe con la ignorancia.

Atentamente.



domingo, 23 de abril de 2017

La Ciencia, peor que el yoga con cerveza

Ayer, 22 de Abril, se celebraron en el mundo centenares de "marchas por la ciencia", incluída una en Madrid.  La misión  de este movimiento, nacido en Estados Unidos,  es promover que investigación científica  "defienda el bien común y que los líderes y responsables políticos promulguen políticas de interés público basadas en la evidencia (científica)"   Creo que esta frase se entiende mejor con dos contraejemplos,  extraidos de noticias locales en los últimos días.  Esta semana han sido detenidos dos profesores en la Universidad de Baleares por "una estafa en la venta de un presunto medicamento contra el cancer", claramente en contra del "bien común".   En la pasada legislatura el Ministerio del Interior concedió la Medalla  de Oro al Mérito Policial a Nuestra señora María Santísima del Amor, decisión  que difícilmente puede estar basada en evidencias cientíticas.  El asunto que ha llegado estos días al Tribunal Supremo, que seguro que estará encantado de ocuparse de estas cosas, a falta de otras más importantes.

El movimiento March for Science surge en buena medida como reacción a la postura de incredulidad de Trump hacia el concepto de calentamiento global.  Según Trump, este concepto fue creado por los chinos  para reducir la competitividad de la industria norteamericana.    Pensar que el calentamiento global es un cuento chino, literalmente,   te concede la entrada al club de políticos con ideas extravagantes y peligrosas sobre desafíos globales, como  aquel vicepresidente de Sudáfrica, que pensaba que una ducha después de tener relaciones sexuales con una persona infectada con el VIH  reducía las posibilidades de contagio.

Aquí en España todo esto nos importa bien poco.  La marcha en Madrid,  que contaba en su cabecera con el presidente de  la Confederación Española de Sociedades Científicas (COSCE),  Nazario Martín,  el presidente de  la Real Sociedad Española de Física  entre otros distinguidos colegas,    recibió un tratamiento mediático raquítico, lo cual no me puede sorprender menos y disgustar más.  En el telediario de RTVE de las 15h, la noticia fue emitida a las 15:35,  después de no menos de 20 noticias,  justo despúes de  una sobre unos perros en mal estado en San Sebastian de los Reyes.   En la edición digital de El País, a las 18:40 del sábado, la noticia aparecía enterrada al fondo,  debajo de más de 40 entradas, incluida una sobre unas monjas que cultivan marihuana, y otra noticia sobre la nueva moda de practicar Yoga bebiendo cerveza.

Esta patética  visibilidad de la ciencia en los medios  es un reflejo fiel de lo que le importa la Ciencia a la gente en España.   Y precísamente porque a la gente le interesa más el yoga con cerveza, o el resultado del Sevilla-Granada (2-0),  que la ciencia, los científicos, y nuestras relaciones con los políticos, el gobierno puede volver a recortar el presupuesto del CSIC y del Carlos III, e irse de rositas sin recibir una sanción social, léase,  reducción de expectativas electorales.  Además de lamentar la falta de sensibilidad científica de la mayoría de la  gente,  y la falta de escrúpulos y de visión de futuro de nuestros políticos, los científicos deberíamos plantearnos qué podemos hacer para revertir esta situación.   ¿Qué podemos hacer los científicos para que a la gente le importe la Ciencia?.    ¿En qué medida la situación es culpa nuestra?.